CDI. Artículo blog de El Comercio

| lunes, 2 de octubre de 2006
Estimados hace una semana (el 26 de septiembre) publiqué un artículo en el blog del diario sobre los candidatos a la prueba. Dado los resultados que se viene dando, lo reproduzco por si no lo han leído.

La hora de Tito

Alayza, De La Flor, Jochamowitz y Orlandini se perfilan como los principales candidatos para llevarse la presente edición de Caminos del Inca. Descubra sus virtudes y desventajas en esta lucha por convertirse en el trigésimo sexto inca de la monarquía automovilística. Leer más

Llegó el momento de soltar a los candidatos. Siempre es más fácil decir que en Caminos del Inca nada se puede dar por sentado usando las típicas excusas, que los fierros son los fierros, que en cualquier momento algo se puede romper o que las carreras no terminan hasta que se llegue a la meta. No pues. Acá hay que jugársela o al menos tantearle un poco al podio. No me van a decir que los noventa inscritos tienen posibilidades, porque nadie se lo va creer. Más respeto por favor que estamos hablando del Inca. Y como en cualquier monarquía que se respete, pocos son los candidatos.

Luis Alayza tiene la voz gruesa, la mirada fuerte y una cara de pocos amigos que infunde respeto a tres metros a la redonda. Sin embargo, su apelativo bonachón, Luchón, ha cargado su presencia del carisma necesario para convertirlo en una de las figuras más relevantes de los Caminos del Inca. Con veinte participaciones, desde aquella aparición en1978 a bordo del interminable Datsun 710, siempre se las ha ingeniado para superar el colador de las etapas iniciales y llegar entre los punteros al asfalto de la Panamericana. En 1990 y 1990 se consagró Inca manejando el clásico Nissan 240RS (por aquellos días en que los equipos oficiales hacían barras y regalaban autos), mientras que en el 2004 -en un final lleno de exclusiones- logró cargar la copa más ansiada por tercera ocasión, pero esa vez al lado de su hijo, que fungió de navegante. Hoy Luchón regresa por el vuelto con la misma camioneta Subaru Forester con la que se consagró hace dos años. "Caminos del Inca es la aventura deportiva automovilística para cual uno se prepara durante todo el año. La expectativa para esta edición es ganar", admite Alayza, quien será el piloto participante con más victorias absolutas conseguidas. Tanta experiencia, unida a una camioneta comprobadamente confiable y la seguridad que genera un navegante como Ive Bromberg -que en sus diecisiete participaciones ha conseguido ganar la prueba en cuatro oportunidades (dos con Alayza, una con Orlandini y otra con Dibos)-, le dan la primera opción para sumar su cuarta victoria y de paso meterse al grupo de elite del Gran Premio. La combinación parece no tener pierde.

Atrás llega Ernesto Jochamowitz, Neto para los amigos y confianzudos, con una camioneta Mitsubishi Outlander armada para la ocasión y las ganas al tope de las revoluciones. En sus once participaciones ha ganado dos veces la general (con el Ford Escort WRC), dos veces la clase Camionetas (cortesía de la Suzuki Vitara) y dos veces la categoría Tracción Integral (manejando el Mitsubishi Lancer Evo VII). Sacando números, esto significa que en solamente en cinco oportunidades Neto (y le digo así, porque soy confianzudo) se fue a casa sin una copa. Efectividad de 55% para el limeño. A diferencia de Luchón, cuenta con una mayor regularidad producto de venir disputando el campeonato Nacional de Rally, lo cual, a los tres mil metros de nivel sobre el mar, puede marcar algunas diferencias considerables. Posee la experiencia necesaria, pero podría jugar en su contra el hecho de no haber corrido previamente una prueba con la Outlander. ¿Ganar una carrera de más de dos mil kilómetros en auto nuevo y sin fallas? Sería sorprendente, sobre todo porque generalmente los vehículos recién salidos del taller suelen pasar facturas por su noviciado.

Pero si de noviciado se trata, no podemos eludir al tercer candidato: Raúl Orlandini Grisswold. Frisando los veinte años, el heredero del cinco veces ganador de Caminos del Inca (Raúl Orlandini Dibos) sale a la ruta sin otra intención que sumar experiencia y esperar que los de adelante cedan posiciones en las peleas que se enfrasquen. ¿Por qué es un candidato? Básicamente por el ímpetu mostrado en el campeonato regular y por contar con el mismo vehículo con el que su padre ganó las ediciones del 2003 y el 2005. Como si fuera poco, tiene un consejo de asesores de lujo compuesto por su padre y por su tío Eduardo Dibos (ausentes de la prueba por problemas de salud). Ambos no han desestimado recomendaciones para él y se han cansado en decirle que en Caminos no gana el más que aprieta el acelerador, sino el que menos toca el freno. Nota aparte merece la motivación con la que llega Orlandini: "Esta prueba la quiero ganar por mi papá". Tremendo peso para unos hombros que recién se acostumbran al protagonismo. Pero si bien las ganas sobran, su falta de experiencia es un punto a tomar en cuenta. Esta será su primera participación en el Gran Premio y esto podría cobrarle jugosas facturas en una carrera donde el ritmo de un rally regular (rápido, comiéndose la pista con gula y poniendo el auto de bandera) nunca ha sido un distintivo de los ganadores y, por el contrario, sí una marca inconfundible de los que abandonan. Como si fuera poco, no correrá con Ive Bromberg, su navegante habitual, quien habría podido darle la experiencia necesaria para una carrera de largo aliento como está. Así, El Mono, sobrenombre con el que se le conoce a Orlandini, ha decidido poner a su derecha a Diego Zuloaga -un joven navegante que ha construido una prometedora carrera en los Tracción Simple-. ¿Cuál hubiese sido la mejor elección ante la ausencia de Ive? Tal vez Juan Pedro Cilloniz, quien el 2003 acompañó al padre de Raúl en el podio general. En una ecuación sencilla donde piloto novato más navegante experimentado dan buenos resultados, este tipo de alteraciones matemáticas puede afectar mucho la deducción. Aun así, Orlandini ha apostado por un copiloto de calidad (uno de los mejores de su generación) con la esperanza de que la ausencia de horas de vuelo necesarias no le corte las alas para soñar. Van por el golpe.

El cuarto, y el último candidato, es Tito De La Flor. El piloto del Ninja -auto con el que conquistó los circuitos de Centroamérica y que desempolva en cada edición de las Seis Horas Peruanas- ha sabido conquistar el cariño de la afición sin otra herramienta que un manejo entregado y un carisma a prueba de balas y despistes. Pese a haber participado en catorce ediciones del Gran Premio, De La Flor nunca ha podido alcanzar la general y ha tenido que contentarse con ganar su categoría en seis oportunidad. Algo que es bueno pero no calma la sed de gloria. Si alguien merece ganar esta prueba, de todos los nombrados, de La Flor gana la votación por goleada. Más aun tras la deuda que le tiene el Inca pendiente cuando en 1997 perdió el primer lugar de la general -tras ir liderando a la salida de Arequipa con una ventaja de 32 minutos sobre Ferreyros-, faltando doscientos kilómetros para la llegada por un desperfecto en header del motor. "Ese episodio no fue una anécdota, sino una pesadilla", recuerda Tito. Hoy De la Flor llega con la misma camioneta Subaru Forester con la que ya disputó tres Caminos del Inca y con la experiencia necesaria para redondear su merecida cita con la historia. A su derecha cuenta con un experimentado navegante y denotado mecánico como Wilson Maruy. De superar la nube gris que lo acompaña y de sacudirse la mala suerte, De La Flor es el llamado a inscribir su nombre -de una buena vez- en el trigésimo sexto casillero de los ganadores del Gran Premio. Una victoria de De La Flor sería celebrada por todos.

Estos son los cuatro hombres que tienen mayores posibilidades de proclamarse, tras diez días recorriendo el país, en el nuevo monarca. Dos consagrados, una promesa y un prorrogado. Si me obligan a jugarme me lanzaría -con titubeos- por De La Flor debido a lo que ha demostrado en las pasadas ediciones de Caminos del Inca y porque si en los autos se premiará el merecimiento, Tito ya tendría varias copas en su haber. Cabe resaltar que mi apuesta es producto de la simpatía, del querer sentir que los buenos siempre ganan, que las deudas siempre pagan y que no hay plazo que no se cumpla. Aun así los afectos personales siempre han pesado poco a la hora de afrontar al Inca. Y es que por apapachos, acá, nunca ha ganado nadie.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en lo último tienes razón, por simpático, buena gente u honrado hasta ahora nadie ha ganado !!

tp

Daniel San Román dijo...

Si pes. Menos acá.
Un abrazo,
Daniel